Al estar alojados en una plantación de café, teníamos la posibilidad de hacer una visita a la misma y que nos enseñasen y explicasen cómo se hace el café.
Así que Mireia y yo pasamos toda una tarde paseando por la finca con Raúl, uno de los trabajadores, que nos fue mostrando y explicando todo.

La plantación no es enorme, son siete hectáreas, pero de plantación orgánica. Las plantas son muy antiguas, lo que genera una producción menor, pero de más calidad. En este caso, las plantas tienen entre 60 y 80 años y son de cuatro tipos de café: Arábico-Caturra, Variedad Colombia, Arábico Típica y Bourbon (casi desaparecido). Las plantas se encuentran rodeadas de otros cultivos, para protegerlas de la lluvia e intercambiar nutrientes. Entre estos otros cultivos se encuentran piñas, plátanos, aguacates, limones, naranjas, moras… todo para consumo personal o del hostel. Y también se puede pasear por un bosque o por una plantación de bambú, de guadua, que usan para las construcciones de los edificios. Así pues, pudimos ver todos los procesos y pasos de la producción de café, e incluso participar en alguno. Hasta que tostamos nuestros granos y probamos el café. Obviamente, en el hostal, tenemos a nuestra disposición todo el café gratis que queramos, un café cojonudo.


Y al día siguiente nos fuimos los dos a probar suerte a Filandia. Es un pueblo cerca de Salento, que se encuentra junto a una reserva natural algo especial. Se trata de un bosque de niebla, encajado dentro de un cañón. Desde fuera del cañón no puedes ver ningún bosque, pero cuando entras, hay árboles de más de 50 metros de altura y 300 años de antigüedad. Y es el hábitat de monos aulladores, armadillos y osos perezosos. ¡Osos perezosos! No podía quedarme sin intentar verlos. No tuvimos suerte, en parte porque la hora buena son las cinco de la mañana (intentamos informarnos el día anterior, pero nadie supo decirnos) y porque cayó una buena tormenta, que nos dejó bien empapados. Pero por lo menos tuvimos un día bien entretenido. El bosque es espectacular, es entre selva y bosque tropical, con plantas de tamaño desproporcionado y todo lo verde que te puedas imaginar. Además conseguimos a Álvaro como guía. Todo era muy caro, hasta que conseguimos su contacto. Y resulta que es el único que vive dentro de la reserva y no necesita ni caminos para moverse por dentro. Un señor muy peculiar, pero que sabía hasta el nombre y función de la planta más pequeña. Además nos llevó a su casa donde nos dio a degustar café, zumos y un postre especial, todo de sus plantaciones y hecho por su mujer.

El último día lo he pasado de relax en la finca, dando algún paseo, leyendo y haciéndome zumos y batidos de frutas sin parar.
